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la bitácora del marqués

COMENTARIO REAL (acerca de Brown de Adrogué 0 vs Atlanta 1, disputado el 07/02/09)

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

 

CINCO MENTARIOS

 

                El fin justifica los medios Nicolás Maquiavelo

 

Finalmente llegamos, mi fiel escudero, a estos pagos de laberínticas calles y diagonales que no conducen a ninguna parte y en uno de cuyos ocultos recovecos se levanta el estadio mínimo de los Tricolores de Adrogué, para ocupar nuevamente mi puesto de observación en la precaria atalaya sin parapeto que se levanta a un costado de la cancha y a la que se accede por un escalera que tiene la solidez de un banco islandés y se mueve como un flan Ravanna (el más rico flan).

Y atingido por las flechas implacables del astro Rey que pone el cerebro como una molleja sobre las brasas crujientes y te deja la cara como un tomate para rellenar con atún, asistimos a la segunda victoria consecutiva en condición de huéspedes y en un reducto del que pocas veces hemos salidos con una sonrisa en los labios.

Tres puntos dorados que aún permite mantener la ilusión de acercarnos a quienes marchan en la vanguardia, en una fecha donde casi todos los contendientes sumaron de a un miserable punto.

El morocho Agüero, llegó al sur profundo del Gran Buenos Aires convencido de su una apuesta clara y poca vistosa, pero que esta vez les rindió los frutos deseados y tal vez más de lo esperado.

No tiene sentido, a estas alturas, volver a poner en uno de los platillos de la báscula las pesas que determinan los merecimientos. Ya deberíamos estar acostumbrados pues, a que en la filosofía de nuestro alineador  que la justicia no constituye es un valor prioritario. Sí, en cambio,  el pragmatismo más crudo que lo lleva a defender por sobre toda las cosas, a no arriesgar nunca y a esperar que, si la suerte o los errores del rival lo permiten, convertir y refugiarse en la caverna esperando a que el tiempo se convierta en desesperación para el enemigo.

Terminar defendiendo con línea de cinco, ante un rival sin figuras desequilibrantes ni un juego asociado que justifique tamaña precaución, es por sí mismo todo una definición de la visión táctica y estratégica del ex Defensa y Justicia.

Si a la distribución de las fuerzas disponibles, le sumamos las escasas dimensiones del terreno de juego, todo esto termina conjugándose a favor de las amarretas aspiraciones con que El Bohemio llegó al hogar de los brownies.

Atlanta saltó al field con Don Rodrigo en el arco. Y repitió el cuarteto defensivo del domingo anterior con Martillo Ortíz, el petizo Arancibia, Jesús Nievas y el rústico Kondriatuk.

En el medio campo, privado de la presencia de Ferreiro, decidió dejar al Mágico en el banco y colocar a Marecos y Alderete de insides y a Natalichio y Romeo como sendos centrojases.

Arriba lo mandó a  Matos a aguantar y a Bianchi a la expectativa de que le llegue la pelota y de poder crear alguna cosa.

A pesar del sol radiante, en los primeros 25 minutos el área de los porteños se cubrió de negros nubarrones que auguraban una tarde tormentosa.

Suerte que estaba Don Rodrigo en otra jornada inspiradísima y construyó una labor casi sin fallas que terminó consagrándolo como una de los héroes de la contienda. Porque en ese lapso tapó tres posibilidades de gol clara (Sacó un tiro con la mano cambiada al ángulo que debe entrar en la antología de las grandes atajadas del mundo), amén de las que se devoraban los atacadores adronguenses.

Lo cierto que la cancha parecía inclinada hacia el hemisferio del campo que en el sorteo del tocó defender a la visita.

Y eso se debía a la ternura y candidez de los celineros Alderete y Pinocho Marecos por sus regiones, a que Natalachio la veia pasar y no la podía agarrar y sólo Ricky Romeo aportaba algo de quite en los arrabales del círculo central.

En el bajo fondo, por su parte, los zagueros empezaron perdidos como el arca de Indiana Jones, para irse afirmando conducidos por el despliegue, la eficacia y la siempre correcta ubicuidad del salteño Arancibia, a la postre el gran paladín del triunfo villacrespense.

Pasado el sofocón inicial, los tricoloreados fueron perdiendo enjundia y los de azul amarillo fueron consiguiendo que la batalla se disputara unos metros más adelante. De esta manera la región delimitada por las dos medialunas quedó tan superpoblada como la terminal de Retiro en un recambio de quincena veraniega.

Cerca de los cuarenta minutos, ni Matos ni Bianchi conocían, todavía,  personalmente al arquero rival, dado que las únicas llegadas de los atlantes habían sido dos disparos desde la estación Burzaco (el segundo un tiro libre de Marecos con mucha rosca que Bangert resolvió bien).

En eso el Virrey Santiago de Liniers captura una pelota extraviada en el equador del terruño, encara y tras la pausa justa, lo pone a Alderete en posición anotadora. El doncel la para como el traste pero los defensores sureños se hacen un nudo y termina facturando de media vuelta. Gol y Agüero que se refriega las manos y empieza a planificar el segundo tiempo.

Sin más para contar de este primer período, los jugadores se van a los vestidores a por el líquido elemento y yo a buscar un poco de sombra para ventilar la armadura que estaba más caliente que soldado de franco.

Para el segundo segmento el entrenador deja al goleador en la soledad de los camarines (posiblemente lesionado) e introduce a Dow Jones en similar función.

No hacía falta consultar a brujas ni oráculos para darse cuenta que si la consigna era evitar un gol desde el principio, ahora ganando, la postura conservadora que caracterizaba  al Bohemio se iba a acentuar sobremanera.    

Los conducidos por Kopriva volvieron a mostrar su actitud más punzante en los minutos iniciales y nuevamente Llinás y Arancibia se encargaron de abortar sus timoratas incursiones  y con eso lograron que estos arrebatos volvieran a esfumarse mientras el sol caía en el poniente y la impotencia se apoderaba de los ágiles del bando contrario.

A Atlanta se le fueron abriendo los espacios y pudo generar algunos contragolpes. Pero a Marecos  le falta algunas materias para recibirse de conductor, Natalichio no da un pase bien y Bianchi no aportaba la claridad para capitalizar estas flaquezas del rival.

Matos, a su vez, intentaba hacer prevalecer su robusta envergadura física, pero el balón inevitablemetne le rebotaba largo y era casi siempre recuperado por algún player browniano

Cerca de la mitad de la etapa, Agüero decidió dejar de lado todo prejuicio, despojarse de cualquier pudor y no tuvo miedo al que dirán ni a las habladurías de los chismosos. Desempolvó su prosapia zubeldiana y al viejo estilo del Estudiantes no disimuló su deseo de cerrar el partido con métodos poco ortodoxos.

Lo sacó a Pinocho Marecos, y metió en cancha al olvidado Cherro. Armó un obscena línea de cinco y ¡Andá que te cure Lola.!

Sin embargo con eso logró su objetivo y le clausuró al enemigo todos los caminos que conducían a Don Rodrigo y esa muralla humana se le hizo inexpugnable al limitado team local Los tricoloreados se repitieron en centros y pelotazos, remedando la historia que Atlanta vive en Vicente López cada fecha y que lo llevaron a cosechar cinco empates consecutivos, Sin ideas ni imaginación se reiteraron una y otra vez,  para el lucimiento de Arancibia rechazando todo y parando a todos, acompañado ahora por la buena faena de Cherro.

Y si hubo una clara, la tuvo precisamente el ex Ferro, otrora goleador y frustrado arquero, cuando paró una pelota solo frente a Bangert, y mientras se festejaba  un seguro gol que hasta Diduch lo hubiera hecho, le pegó con la esponja vegetal y la mandó afuera. De haber terminado empatado el partido, hoy estaría sacando el pasaporte para exiliarse en la República de Ruanda.

Siguió aguantando Atlanta, sin lirismo ni idealismo ninguno, hasta que Gutiérrez sopló su pitito y dio por finiquitado el pleito.

Halago valiosísimo, aunque un tanto vergonzante.

Pero mi fiel escudero, en estas épocas poco propicias para caballeros andantes, lo único que sirve solamente es el éxito.

Y  sea como sea Atlanta ganó, algo que siempre es reconforta y sienta bien

 

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 1 vs Talleres 1, disputado el 01/02/09)

LAS DUDAS Y EL DUDY

 

Por Milton Saráchaga de la Vega

 

¡Que bello día  nos deparó este domingo inaugural del mes de la fiebre! Una jornada de estío propicia para el sanitario contacto con la naturaleza, para la fortificante absorción de los rayos gamas y ultravioletas que el rey Febo nos envía desde el fondo de un espacio sideral cada vez más desprovisto de ozono, y para el diletante y merecido reposo, en posición de decúbito dorsal, comiendo quizás alguna uva y oyendo el delicado vibrar de alguna lira.

Día ideal entonces para emprender un paseo que nos haga olvidar las insufribles presiones con la que la vida mundana nos tortura cotidianamente.

Y todos los condimentos estaban prestos para que ese paseo resultara de lo más placentero.

Porque a las benévolas condiciones climáticas había que agregar que Atlanta venía de conseguir una inmerecida, pero histórica victoria en Caseros, y que el rival a enfrentar en esta fecha era el flojísimo Talleres, uno de los candidatos más firmes a descender al oprobioso subsuelo de la Primera C

Y como sí esto no bastara para garantizar una jornada exitosa, todavía nos estábamos apoltronando en las ebúrneas plateas del “Ciudad de Vicente López” cuando Miguel González capturó un centro del Virrey Bianchi, y con más suerte que magia, anotó por debajo del cuerpo del siempre recordado Juan Gambandé.

Gol desde el vestuario, diría algún poco ingenioso cronista y ¡A relajarse y gozar que el campo se nos ha hecho orégano!

Pero la historia no terminaría tan bien como había comenzado.

Veamos, relatemos, analicemos y concluyamos mi fiel escudero.

Atlanta para este compromiso se vio privado de la presencia del díscolo Jones, castigado por el rigor de las leyes, del grandote Matos averiado en uno de sus tobillos y del jovenzuelo Guzmán con las fibras de uno de sus músculos desgarradas.

Emergió del túnel entonces, con Don Rodrigo al arco. Los cuatro del bajo fondo con el Martillo Ortiz, el petizo Arancibia, Jesús Nievas y el defensor K, Kondriatuk. El cuarteto de la volantería lo conformaron Eloy Colombano, el rubio Natalichio, Romeo y Lucas. El Mágico y el Virrey.   

La amanecida conquista parecía allanar el sendero a una cómoda sumatoria de los tres puntos en juego, ya que, en la primera mitad, el dominio del campo de batalla fue exclusivo de las huestes bohemieras, claro está, con sus consabidas limitaciones.

Pocas ocasiones de peligro que hicieran entrar en pánico al guardameta austral podemos contabilizar en este período de tiempo. Muchos centros cruzados que atravesaron el área tallarían, como el Simún las arenas del Sahara, pero sin la graves consecuencia que suelen acompañar al paso del viento norafricano.

Tal vez la más clara fue otro centro de Bianchi, que el Mágico quiso parar con la delicadeza de un modisto francés, pero como se había puesto los botines de lata, el balón rebotó furioso y fue manso a los guantes del arquero visitante.

La hegemonía atlante comenzó a gestarse por el ala derecha, donde Nata andaba bien en el quite y Eloy se insinuaba como wing y a veces se les asociaba la subida de Ortiz. Pero el toqueteo no se cristalizaba en triangulación y las intentonas se esfumaban entre las aguas de borrajas  de a torpeza bohemia y la rudeza de los defensores remedienses.

Para peor El Mágico se quedaba en aprontes y Lucas no aparecía sino cada muerte de obispo excomulgado.

En el otro hemisferio la regularidad de Romeo y la firmeza de Jesús y Arancibia alcanzaban para desbaratar lo poco que el añejo Zagharian podía llegar a construir.

Con este panorama, la segunda etapa parecía un mero trámite antes de llegar a nuestros aposentos, pedir la pizza, destapar la cerveza y mirar el súper clásico por TV.

Pero el técnico Rodríguez hace ingresar al terreno al Dudy Pérez (Sí, él que supo vestir sin pena ni gloria la querida casaca azul y amarillo) y el enano maldito produjo en pocos instantes un aquelarre de toques, apertura de espacios y movimientos ofensivos, que dejaron a los jugadores bohemios desorientados como Macri en Villa Lugano.

Con pincelada  de ese talento ( que brindó con cuenta gotas en su mencionado paso por Atlanta) le alcanzaron para emparejar las acciones y empatar el partido, cuando Gímenez, con la soledad de los profetas, capitalizó un pase desde la derecha y decretó el lapidario empate.

Lo que siguió fue una película más vista que La Fiesta Inolvidable: la búsqueda infructuosa y poco imaginativa de Lucas por su sector, el dominio estéril del campo hasta las inmediaciones del los quince metros, y la reiteración de centros inofensivos.

Lo más destacable de Atlanta lo constituyó una incursión de Bianchi al que su marcador le quería sacar la camiseta en forma poco amistosa y no lo largaba aún dentro del área, en un claro penal que Delfino prefirió cobrar afuera. El tiro libre de Ferreiro  fue desviado con esfuerzo por Gambandé.

Sin embargo la más clara la tuvo el Dudy, pero se apiadó de sus ex conmilitones y la tiró muy cerca del palo diestro de un vencido Llinás y que le hubiera dado a la tarde veraniega visos de una verdadera tragedia.

Para que nada cambie, Agüero había realizado los siguientes cambios. Los celineros Alderete, Marecos y Caccialanza reemplazaron  a Eloy que había desaparecido; a Natalichio, ídem y al  Mágico, ídem; respectivamente

Así se llegó a un  final triste por lo inesperado y que no hace otra cosa que seguir abriendo dudas sobre el porvenir de la escuadra villacrespense.

Habrá que seguir en la huella, nomás haciendo tripa corazón, porque los números dicen que se puede, pero lo que muestran  nuestros players en la cancha parece contradecirlos.      

COMENTARIO REAL (acerca de Estudiantes 0 vs Atlanta 2, disputado el 27/01/09)

A CABALLO REGALADO…

 

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

Otra vez en marcha, mi fiel escudero, con mi flaco rocín y la armadura oxidada a pesar de los 40° de sensación térmica, dispuestos a seguir a El Bohemio en este nuevo año y en lo que resta de un torneo que nos encuentra bastante alejados de las fuerzas vanguardistas.

Pero siempre con la esperanza como escudo y la ilusión como lanza para acometer contra los molinos de viento del pesimismo y el mal aguero.

Y ya que hablamos de Agüero ¿No os llama la atención las incorporaciones que ha producido la noble institución de la ribera norte del Maldonado?

Es bien cierto que el planeta se debate en una crisis terminal y que nos acercamos a pasos agigantado a la fin del Mundo, tal lo anunciado por apocalípticos profetas hace siglos atrás.

También es cierto que Atlanta se halla ante la titánica tarea de construir su estadio en el corazón mismo de la megápolis porteña y que eso le insume ingentes óbolos y, que de no mediar una administración serena, se vería afectada por una hemorragia económica mortal.

Pero ¿Consideráis sensato haber invertido lo poco disponible en reforzar la defensa cuando el déficit más grande, estaba a todas luces del medio para adelante?

Creo que esto constituye una evidencia más de la filosofía conservadora de nuestro laborioso entrenador, que prioriza con obsesión el arco propio y, solo después comienza a alzar la vista para divisar, en un horizonte lejano,  lo que debería ser la meta de nuestros atacantes.

Ayer se ganó tras más de una década y media en el difícil reducto ubicado en los pagos donde el Ejército Grande diera cuenta del tirano Rosas un ya lejano 3 de febrero.

Pero festejemos con mesura, porque esta inmerecida victoria fue más un obsequio de la Providencia, de algún que otro error de Rapanelli y de la ingenuidad de los alicaídos pincharratones, que un mérito de nuestros esforzados ágiles.

En el primer saque de meta que tuvo Atlanta al minuto de juego, el bien venido Llinás tardó una eternidad en acomodar la pelota, lo que delataba que el encuentro era encarado con menos ambiciones que las que tenían San Francisco de Asís y el Mahatma Ghandi juntos, y que un solo punto conformaba con creces a las exiguas aspiraciones bohemieras.

Los de Villa Crespo salieron al terreno con su nuevo esquema – al menos para ir de visitas- de cuatro defensores, otros tantos volantes, el Mágico de media punta casi enganche y Matos para facturar.

Así la alineación de la divisa amada fue con Don Rodrigo de cancerbero. Martillo Ortiz, el petizo Arancibia, Nievas y Kondratuck en defensa. Dow Jones (sigue en baja) el rubio Natalichio, Romeo y Lucas en el medio campo y, lo ya dicho: Miguel González y el grandote Matos.

Empezaron mejor los vestidos de verde bombacha y asediaron las inmediaciones con centros que eran siempre conectados por el enemigo, obligando al lucimiento de Don Rodrigo a veces o a los despejes desesperados de Arancibia o Nievas otras. Eso al margen de que los delanteros casereños son bastante burritos los pobres.

Esa arremetida inicial se fue diluyendo y Atlanta se fue haciendo del balón y emparejando las acciones. Hasta conoció una decena de minutos de supremacía merced a la efímera labor de Natalicchio, González y Ferreriro.

Pasado ese lapso donde los azul amarillo hasta pudieron conquistar algún gol, el rubio volante y el Mágico desaparecerían. Lucas también, pero para retornar sobre el final.

La segunda mitad del período se hizo tan aburrido como un domingo sin Fútbol de Primera, con Estudiantes buscando un poco más y Atlanta controlando el resultado sin hesitar.

El debutante Ortiz aparecía firme en su sector, no tanto los zagueros centrales y mucho menos Kondriatuk cuya zona de patrullaje fue sector fue el elegido por el adversario para arrimarse a la valla visitante.

Inclusive una torpeza suya le pudo costar caro a los porteños, cuando se le fue la piernita y derribó sin necesidad a Yazogna, pero afortunadamente Rapanelli se hizo el distraído, como comisario de la bonaerense.

Por el medio los volantes neutralizaban sin problemas a sus colegas estudiantiles, mas a la hora de crear no se les caía una idea ni de casualidad. González desapareció como por arte de magia y Matos se las arreglaba para estar siempre en un lugar distinto a donde iba a parar  el balón.

No extrañó, entonces, que el marcador terminara cerrado al final del período y nada hacía imaginar que las cosas cambiarían para el segundo.

Los acontecimientos se despeñaban inexorablemente hacia el quinto empate consecutivo de loa atlantes, cuando la cosa se complicó al hacerse expulsar tontamente el zapallo de Jones.

Allí se vinieron a la carga los de 3 de Febrero y apareció la figura del retornado Llinás para redondear una actuación estupenda y erigirse en la figura de esta batalla de Caseros.

El morocho Agüero hizo entrar a Guzmán por un desdibujado Natalicchio y poco después a Pinocho Marecos por el averiado Matos.

Y Atlanta mejoró un poco, pero no tanto como para merecer ganar el match.

Si embargo faltando cinco, Ferreiro ingresa al área y cae tocado por su marcador con la fiereza con que Calabró le pegaba a Borromeo. Penal post moderno (esos que se cobran desde que se televisan los partidos) y Bianchi, al que la filosofía le importa un sorongo, que la manda a guardar.

Partido liquidado, sobre todo cuando Brizuela demuestra que los boludos no sólo propiedad de Atlanta y también se hace echar infantilmente.

En la última Lucas se manda una linda jugada de contrataque y define con tiro rasante mientras Guzmán (de buen partido) se le cruzaba por el campo visual del arquero como Pancho por su casa. Gol y a llorar al monasterio.  

Triunfo muy valioso que esperemos sirva de impulso para revertir la pálida imagen que nos quedó del 2008, aunque el fútbol por ahora, en Villa Crespo sigue de vacaciones.

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 1 vs Central Córdoba 1, disputado el 12/12/08)

PEOR ES SER DE RIVER

 

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejo, mi fiel escudero. Esta insignificante piedra que habitamos está pronto a culminar un nuevo circuito alrededor de la estrella solar que le sirve de guía y permanente nutrimento.

Ya se acerca Noche Buena, ya se acerca Navidad y la gloriosa divisa que viera la luz hace 104 años ha quedado tan lejos de la punta como Menem de una nueva re-reelección.

Es cierto que el camino es largo y mucho lo que se puede conversar todavía, pero lo cierto es que Atlanta terminó el año y su participación en el torneo dejando semivacío el cántaro de expectativas que el hincha deposita cada temporada junto al manantial de las esperanzas,

No son los caprichosos guarismos que las ciencias exactas colocan como palpables e insensibles testigos de cada campaña lo que me desvela, sino el nivel de juego que los infantes villacrespenses exhibieron a lo largo de este campeonato que ha ingresado a su estival receso.

Salvo en contados lapsos los bohemieros lucieron un juego colectivo y vistoso que llenara nuestros exigentes ojos acostumbrados al deleite hedonista del fóbal bien jugado. El mayor de los tiempos se consumió en un grupo desordenado de voluntades imprecisas, carentes de la técnica y la erudición capaces de conducir a victorias claras e inobjetables.

Y eso, cuando no eran poseídos por una marcada tacañería y una falta de osadía que los llevaba inevitablemente al terreno de la mediocridad y el conformismo.

Afortunadamente (O quizás, desgraciadamente) el resto de nuestros adversario no sobresalió muy por arriba de esa línea de pobreza y entonces la contienda se equilibró para abajo dotando a la categoría de una paupérrima paridad.

Pocas veces en mi existencia, vivida a caballo de los dos siglos, tuve que sufrir espectáculos tan horripilantes como en esta segunda mitad del año que fenece.

El del pasado viernes no fue la excepción a la regla, y un nuevo desengaño se hizo presente disfrazado del cuarto empate consecutivo.

Es verdad que en esta batalla ante los charrúas del Rosario se avizoró una leve mejoría, pero la calidad del rival, derrumba cualquier castillo de arena edificado en aras del optimismo más optimista.

En duelo copero contra el último de la tabla, que no era River Plate precisamente, Atlanta vencedor de la Copa Suecia,  recibió en el estadio de los marrones de Saavedra, al añoso Central Córdoba  triunfador de la Copa Beccar Varela en los años en que la humanidad se aprestaba a sumergirse en la ordalía de sangre de la Primera Guerra Mundial.

El Morocho del Abasto sigue empecinado en negarle la custodia del ala derecha de la defensa a Cherro y probó en esta ocasión con el caramelo Santos, que junto al petizo Arancibia, Jesús Nievas y Caccialanza constituyeron  la zaga auriazul.

Doble cinco con Romeo y Natalichio, Doble enganche con el Mágico y Lucas y doble ataque con el virrey Bianchi y el grandote Matos.

El cancerbero Gómez completó la oncena inicial de los locales.

Empezaron mejor nuestros players, con un intento de buen toque y tratando de penetrar, sobre todo por el sector izquierdo, merced a la movilidad de Miguel González, las ascensiones de Caccia, el pivoteo de Matos y algunas aventuras exitosas de Lucas y Bianchi.

Pero jugar bien contra el equipo de la Chicago argentina es como robarle la plata a un ciego,  y esa actitud hegemónica adoleció de la concebida falta de eficacia y de la senil impotencia en la zona donde las papas deberían quemar.

Los rosarigasinos solo mostraban una terrible torpeza en todas sus líneas y unas ganas  bárbaras de irse de vacaciones a alguna playa cercana en el milenario cauce del Paraná;

y sus aisladas dosis de balompié las entregaban el avezado Liendo y el buen jugados que es el volante Moreno. 

 Justamente Moreno, que se había cansado de hacer aerobismo por su zona, trotando en ida y vuelta, ante la atenta mirada del Mágico, Natalichio y Santos; capitalizó una pelota cruzada y tras desairar a su marcador, fusiló al indefenso Gómez.

No era merecido, pero no voy a repetir una vez más, la poco estrecha relación existente entre los merecimientos y los resultados, en el turbio ámbito del más popular de los deportes.

Los bohemios fueron a por la igualdad y apretaron contra Santilli a los centralistas cordobeses, que ya se daban por hechos y a más de una hora de la finalización del encuentro sentían en su pecho la satisfacción del deber cumplido.

Empató Atlanta, quince minutos después, con un golazo impropio del match en disputa, cuando Jones que venía tocando pito desde la estación Carapachay clavó, desde afuera de los quince metros, un esquinado remate rasante.

Encontraron los atlantes, desde allí a la finiquitación del período, sus mejores momentos e hilvanaron sus bordados más primorosos, pero siempre lejos de la zona de nocaut.

La etapa final del partido y del año fue la historia de siempre: un rival agazapado que le  regala el terreno y la pelota a un Atlanta que va y va, con menos ideas que una bailarina de Tinelli.

Centritos a las manos del arquero, masitas desde lejos pateadas sin convicción ninguna y un dele y dele chocar contra la defensa santafesina.

Matos y el virrey que desaparecen. González ya no jugaba ni hacía jugar. A Ferreiro que se le vuelve a salir la cadena y es solo confusión  y Agüero que desde el banco no aporta ninguna solución.

Porque ni Cherro, que ingresó por Santos, le dio altura en las áreas; ni Cisterna que  suplantó a Caccialanza claridad al mediocampo; ni el debutanrte Morales en lugar del Mágico eficacia al ataque.

Otro triste empate que determina con cuatro puntos un aplazo en este templado diciembre.

¡Mucho es lo que habrá que estudiar para en el 2009 poder pasar de año, mi fiel escudero!    

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 0 vs Deportivo Merlo0, disputado el 01/12/08)

COMENTARIO REAL  (acerca de  Atlanta 0 vs Deportivo Merlo0, disputado el 01/12/08)

!! SOCORRO !!

 

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

Tiempo inestable e impredecible el que domina estas extrañas regiones descubiertas por azar, por mi colega y amigo Don Juan de Solís.

Hace pocos días nos calcinábamos impiadosamente en esta populosa ciudad y en la tardecita de este lunes debimos apelar a nuestros raídos jubones para afrontar un frasquete inesperado y una llovizna tenaz y molesta cual mosca de velorio.

Así de sorprendentes e inesperadas son también, las andanzas del club de nuestros amores, bajo la tutelar dirección del Morocho del Abasto.

Un zigzag emocional constante, que nos lleva del entusiasmo adolescente, de la ilusión casi utópica, a severos desengaños y duras decepciones. Casi una cruel  parábola de la vida misma.

Curtido como estoy de tantos años (104 para ser exacto)  siguiendo a Atlanta por valles y montañas, atravesando los siglos cruzado por una pasión enfermiza, muchas veces he caído en la tentación de calificar una falsa actuación como la peor de todas y asignarle, en consecuencia, el mote de calamidad.

Seré, pues, más prudente en esta ocasión y diré con moderación y  serenidad que lo visto esta lunes en el estadio calamar fue sencillamente espantoso. Peor aún que una película de Subiela o un recital de la Mona Giménez.

Una obra maestra del terror, de esas que después asolaban con pesadillas mis lejanos y tiernos sueños infantiles.

Un verdadero mamarracho sin una sola jugada combinada y las aisladas situaciones de gol que podemos contabilizar -con muy buen voluntad de nuestra parte- fueron más producto de groserías defensivas que méritos de los atacantes.

Si bien los culpables de tal bodrio fueron los jugadores de ambos equipos, el peso mayor de la responsabilidad recae sobre nuestros representantes, ya que debían cosechar un triunfo, para finalizar esta primera rueda con alguna aspiración a un futuro más promisorio.

Pueden servir como generosos atenuantes del  débil desempeño por un lado el lamentable estado del terruño, tras el chubasco del sábado pasado, que hacía que la pelota pique como en un partido de rugby. Y por el otro, que la visita acumulo más gente de la línea del medio campo para atrás que la que circula por la estación de Merlo en las horas picos, sin ningún interés en llegarse hasta la valla custodiada por el eléctrico Gómez.

Así y todo cuesta mucho poder explicar como Atlanta no logró producir una sola jugada de gol a lo largo de la hora y media de juego.    

Para la emergencia el Morocho del Abasto probó con Lucas Ferreiro como enganche y retrasó a Cisterna como carrilero zurdo. Colocó a Caccialanza y De Paulo (reemplazó a un flojo De Filippi) como marcadores de punta y repitió la dupla central con Jesús y el petizo Arancibia. El rubio Natalichio fue el otro carrilero por derecha y el romántico Romeo el centrojás. Como delanteros insistió con Matos como ariete y el virrey Bianchi por afuera.

Los merluzos empezaron mejor, pero no como para abrirse las venas. Le bastó al movedizo Rodríguez  un par de pisadas y un poco de criterio  para confundir a un mediocampo villacrespense que no encontraba la brújula ni la pelota.

Porque fallaba Natalichio en su sector y poco y nada lo ayudaba el mozalbete De Paulo, carente de toda audacia para invadir territorio enemigo.

Por la izquierda, en tanto, Cisterna mostraba su tradicional  inconsistencia en los últimos tramos de la cancha y tampoco contaba con el apoyo logístico de la proyección de Caccialanza.

Lucas no resultó, al menos este lunes, la solución al grave problema de liderazgo que afronta la escuadra bohemia desde el comienzo de este torneo. Y, si damos vuelta la cabeza hacia atrás,  podríamos exagerar diciendo que desde el retiro del Pepe que los auriazules no encuentran quien agarre la manivela directriz..

Y en el bajo fondo, el petizo Arancibia (por lejos el mejor jugador de esta primera rueda) tras un par de macanitas, terminó resolviendo las ventajas  que daban los laderos y las vacilaciones de Jesús.

Arriba poco y nada aportaron Matos que fue neutralizado sin mayores apremios por una blandengue defensa occidental y el virrey Bianchi que nunca le pudo ganar a los diferentes marcadores que se le cruzaban por una y otra punta.

Sin nada que merezca quedar registrado en tinta sobre el pergamino, salvo alguna intentona de la visita, tan peligrosa como navegar en  bote en los lagos de Palermo, se fue la primera etapa.

En los primeros minutos del período complementario, los zagueros porteños, hicieron todo lo posible para que Merlo hiciera un gol. Pero los del Parque San Martín devolvieron caballerescamente cada uno de los obsequios de sus ocasionales rivales

A los diez, el alineador bohemio consideró que era hora de que el Mágico González justificara su sueldo y los hizo ingresar por un opaco Natalichio.

Les costó a los atlantes rearmarse, pero de la mano del sobrevaluado volante los bohemios empezaron a jugar mejor y a predominar en la contienda, pero no lo suficiente como para hacerse merecedor de los laureles de la victoria.

Atlanta fue un pelotita de pelota paleta chocando con el frontón defensivo que propusieron Los Charros de Merlo, que aguantaron la tibia embestida, a pie firme y sin hesitar.

La más clara del partido fue un centro inofensivo desde lejos que caía sin pena ni gloria sobre el área de Gómez y este se mandó una de biógrafo que por milagro de la Virgen Santísima no fue gol.   

La tierra siguió su curso alrededor del sol, el tiempo se evaporó y Atlanta sumó un mísero punto en un partido asqueroso.

Así terminó esta primera rueda que encuentra a Atlanta pendulando en la mitad de una tabla que aguardaba con impaciencia encontrarlo en los puestos de vanguardia.

La semana próxima será de descanso y reflexión.

¡Que el Altísimo ilumine al Morocho del Abasto para encontrar el rumbo en medio de la neblina que lo obnubila! Y que se piense bien en la nómina de refuerzos para afrontar el desafío del 2009 y limpiarle la cara al equipo y darles renovados bríos para el futuro que se avecina.

Falta mucho, el camino es largo y no está nada dicho.

Y nosotros, mi fiel escudero, busquemos en nuestras alforjas algún mendrugo de ilusión para alimentar nuestra escuálida esperanza.

 

COMENTARIO REAL (acerca de Sarmiento 1 vs Atlanta 1, disputado el 24/11/08)

SABOR A NADA

 

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

¡Pensar, mi fiel escudero, que abandoné mis colonias en el África Ecuatorial agobiado por canículas tropicales, bochornos selváticos y plagas interminables de moscas tsé tsé!

Y me llegué a estas benditas pampas húmedas en busca de las caricias de sus brisas marítimas, el verdor de sus bosques y el frescor de sus praderas interminables.

Pero este martes casi desfallezco en el largo trayecto de más de cincuenta leguas por estepas calcinantes, bajo el impiadoso castigo de fulgurantes rayos ultravioletas que ponían al rojo vivo el bruñido metal de mi armadura.

Y arribé exhausto a  los andurriales de la laguna de Gómez, tras haberla avistado en vano en varias oportunidades producto de enfermizos espejismos.

Desfalleciente entonces por la heroica marcha, logré llegar al estadio Eva Perón, escenario de tantas jornadas pobladas de tristezas y frustraciones. Y cargado de tantos malos recuerdos.

Me encontré con los habitantes del antiguo fortín Federación, alegras y descansados después de reparadoras  siestas y vivificantes duchas, degustando algún encurtido envuelto en pan y con la seguridad de la victoria revoloteando en sus ojos y la certeza de llegar a la cúspide de la tabla al cabo de la contienda.

Tras reponernos con un generoso trago de agua de algún aljibe piadoso, nos aprestamos a ver con que nos sorprendía el Morocho del Abasto a la hora de configurar la alineación del equipo de los colores del trigo y del ultramar.

Tres cambios se le antojaron al discutido entrenador. Algunos naturales como el recuperado Arancibia por el bisoño De Paulo. Otros obligados como el de Natalichio por el sancionado Jones. Y otros por razones tácticas como el de Ferreiro por Pinocho Marecos.

Repitió la línea de cuatro zagueros, en tanto que lo adelantó a Cisterna como enganche.

En definitiva la formación bohemia fue la siguiente: Un Gómez menos eléctrico en el arco.

De Filippis, Arancibia, Nieves y Caccialanza. Natalichio, Romeo y Ferreiro. Cisterna. Matos y el virrey Bianchi.

Las dos primeras jugadas del partido fueron dos llegadas sucesivas de los kiwis  a la pera misma del guardapalos villacrespense.

Con este arrebato inicial, no podíamos menos que imaginar un regreso a la Reina del Plata desandando el camino por la ruta 7, con la canasta pletórica de pepinos.

Pero los atlantes no se amilanaron  y respondieron con osadía las estocadas de los atrevidos juninianos y un testazo del calvo Jesús Nievas obligó al vuelo elástico del cancerbero anfitrión.

Cuando el juego aún no había marcado hegemonías notorias, un centro inofensivo llueve sobre el área de Migliardi, este se mimetiza en Negro Luqui y su pecado mortal es capitalizado por el Virrey Santiago que entre el parietal y el occipital derechos manda la redonda al mullido lecho que tienden las redes en el fondo de los arcos.      

El argumento de la película que sigue es más o menos conocido. Los bohemios que intentan manejar las acciones prevaleciendo con juego corto en campo adversario e intentando llegar por los costados con las arriesgadas expediciones de sus laterales De Filippi y Caccialanza.

Con esta fórmula intentan que el grandote Matos haga valer su envergadura física y Bianchi su movilidad.

Pero esas buenas intenciones, en la mayoría de los casos, terminan empedrando el camino a los infiernos.

Ya que  Cisterna casi nunca logra ser el comandante de tropas batalladoras y organizadas, y Ferreiro sucumbe ante su singular entusiasmo y su encomiables ímpetu no termina en transformarse  en claridad y eficacia.

Agreguemos a este párrafo que Diego Cisterna casi pasa a la historia de los grandes del fóbal nacional, cuando una apilada maradoniana se fue muy cerca del madero rival en lo que hubiese sido un golazo monumental..

Era algo más el equipo porteño, pero una falta dudosa del árbitro es sancionada en perjuicio del rudo Nievas. Con la precisión de una satélite espacial, Saborido empata el score con un mortífero disparo efectuado desde las proximidades de la ciudad de Chacabuco.

Si bien es cierto que los sarmientinos en ningún momento hicieron ostentación de su chapa de candidatos, ni arrollaron a sus huéspedes haciéndole sentir su condición de local, el resto de la lid se desarrolló en un clima de equidad, que terminó justificando la magra colecta de un punto, que poco aporta a las respectivas arcas de ambas instituciones.

El segundo de los períodos mostró un Atlanta con mayor posesión de la regalona esférica, pero siempre por la periferia, sin herir en la caliente zona de las definiciones.

Fueron sus mejores momentos en los que Lucas tomó las banderas de los de la ribera norte del Maldonado, con la ya descrita enjundia y la mencionada cuota de confusión que contienen sus embates.

Pero Atlanta se hallaba bastante descompensado y se sucedían las imprecisiones y errores en el fondo. Una vez más, el Petizo Arancibia  se multiplicaba para salvar los yerros de sus compañeros y, alguna vez, pagó tributo con  alguno de su propia cosecha.

Después que las tinieblas se disiparon y la luz volvió a hacerse, promediando la etapa ulterior, el dominio pasó a manos de los kivis pero sin inquietar en demasía a la valla custodiada por Gómez.

Ya Cherro había reemplazado a un Nievas averiado en sus partes pudendas. El ingresado Guzmán le había otorgado algo más de variantes al mediocampo que Natalichio y para cerrar el match, sobre la media hora, el Morocho del Abasto hizo entrar al caramelo Santos en lugar de Lucas que se fue masticando ira,  más enojado que Kichner con Solá.

Cuando todo era patrimonio de un mediocre conformismo, el Virrey Bianchi  se mandó una patriada por la izquierda, y en el instante postrero de la batalla  estrelló su disparo en el travesero.

No sé sí hubiera sido justo el gol,  pero le hubiese dado al equipo de nuestros desvelos una victoria valiosísima y un envión anímico extraordinario en las cercanías de las fiestas navideña y de reveillón.

Si bien un empate en el siempre difícil reducto de Junín no es moco de pavo, volvimos al tranquito sobón de mi matungo viejo, con un sabor a nada en la boca, parecido al desencanto.

Quedan dos partidos de local y sería bueno volver a sumar de a tres para poder esperar el 2009 con el ánimo renovado y el optimismo recompuesto.

En marcha, pues, que el camino es largo y el calor es mucho.

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 1 vs Colegiales 1, disputado el 17/11/08)

ENSALADA  RUSA

 

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

A poco estuvimos, mi fiel escudero, de ser testigos de otra noche de violencia e irracionalidad donde códigos de barbarie de unos pocos parecen primar sobre la cordura y la urbanidad  de la mayoría silenciosa del público.

Seguramente pasarán siglos y no habremos de encontrarle remedio exacto a este flagelo que proviene de allende las murallas de un estadio de fútbol y encuentra sus causas en las profundas raíces de la postergación, la injusticia y la incultura que asolan a nuestra sociedad toda.

Pero dejemos estos penosos incidentes que no pasaron a mayores y tratemos de desentrañar el misterioso intríngulis táctico y estratégico que nuestro imaginativo entrenador elucubró para el compromiso ante los colegiales de Munro.

Después del waterloo de Mataderos, El Morocho del Abasto habrá considerado pertinente poner en penitencia a alguno de los protagonistas de aquella infausta velada y darle un castigo ejemplificador.

Eligió a Ramírez, a Lucas y a Cherro para tal cometido y los envió al ostracismo de la banca supletoria.

Por su parte el petizo Arancibia volvió a caer en convalecencia y el rubio Natalichio se excedió en el consumo de picantes especias orientales y acusó problemas gástricos que le impidieron estar desde el comienzo.

Diagramó pues una serie de movimientos que convirtieron al equipo en una verdadera ensalada de puestos y nombres propios que tardamos un buen rato en comprender el objetivo y las intenciones de tal revoltijo.

Así y todo la cosa parecía encaminada y sus revolucionarios cambios parecían inclinarlo más hacia el terreno de la luminosa genialidad que hacia el de la diabólica locura.

Pero el técnico conjetura y los jóvenes ágiles que salen a la lid son los factores que terminan definiendo el devenir inexorable de los acontecimientos.

Develemos pues el misterio y no demoremos más en dar a conocer  a nuestros sacrificados lectores  la insólita alineación de la gloriosa escuadra villacrespense: El eléctrico Gómez como guardapalos. Optó por una línea de cuatro zagueros con De Filipi, el debutante De Paulo, Jesús Nievas y Caccilanaza (Si,si Caccialnaza). También fueron cuatro los volantes ya que Cisterna sacrificó su puesto de enganche para sumarse a una simétrica patrulla por la izquierda, con Pinocho Marecos por derecha, Jones y Romeo en el circo central. Los delanteros volvieron a ser Matos y el virrey Bianchi.

Al principio todo indicaba que Atlanta tenía las acciones dominadas y, sin ejercer una supremacía aplastante, lucía más ordenado y ambicioso que su rival.

La defensa no ofrecía grandes flaquezas, sorprendiendo Caccialanza en sus flamantes menesteres, muy firme Nievas y bastante bien De Paulo (que es más chiquito que Celín, que es más chiquito que Arancibia) De Filipi era lo más flojo en retaguardia.

En la zona de gestación Cisterna y Jones se hacían de la pelota, pero nunca consiguieron transformar esa posesión en conducción certera y desequilibrante.

Romeo, por su parte cumplía cabalmente su labor proletaria de marca y quite y Pinocho nunca le encontró la vuelta a su ubicación en la cancha.

En la vanguardia, Matos se mostró más movedizo y voluntarioso pero siempre haciendo gala de su proverbial torpeza con la pelota. Bianchi era búsqueda, voluntad y empeño, sin encontrar el eco adecuado que tal actitud merece

Un párrafo para el golero Gómez. Sus dos primeras intervenciones auguraban una noche consagratoria, pero los nervios se apoderaron de su cuerpo y terminó siendo un cúmulo de ademanes desmedidos y temblequeantes que transmitían una constante zozobra a sus compañeros y amenazan con hacer adictos a la coramina a los fieles seguidores bohemios.

Era un poco más el Bohemio, pero en la mitad de la etapa Dow Jones baja sus acciones tirándose irresponsablemente  en plancha cuando ya estaba amonestado y el celoso Suárez  lo manda al triste exilio de los vestidores.

El técnico munrense advierte que sobra uno abajo y hace ingresar al injustamente olvidado Molina. Pero Colegiales no es más.

Y cuando el período perecía sin mayores alternativas, Negro Luque hizo lo que sabe hacer a la perfección: salir a cazar pajaritos. El oportuno Matos aprovechó el error y dio por abierto el marcador.

El segundo tiempo empezó con cierta paridad, pero con el empuje de los tricoloreados y con el cansancio que empezaba hacer estragos en la musculatura local, la cancha empezó a inclinarse para el lado de la Ciudad Autónoma.

Las espaldas de De Filipi eran una galería de compras por donde pasaba quien se lo propusiera, sin demasiado esfuerzo.

De esta manera empezaron a llover a centros como langostas en Egipto y Gómez daba rebotes con la cabeza, las manos y los pies. Los Bohemios atrás eran un tembladeral.

Atlanta empezó a resistir como una fortaleza sitiada. Pero la mediocridad del rival nos impide otorgarle a la misma el carácter de heroica.

Primero Pinocho Marecos le deja su lugar al dolido Natalichio, luego un exhausto Bianchi sede su plaza al reaparecido Eloy Colombano.

Pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y en el millonésimo centro el debutante De Paulo se inmola para evitar el empate, pero su sacrificio fue en vano. Penal, Hernández y empate.

Quedaron unos minutos para la vergüenza de quiénes condenan la violencia en todas sus manifestaciones y para conformismo de los jugadores que se terminaron dando por satisfecho con el empate alcanzado.

Magra cosecha que se suma a lla de los últimos partidos. Y en el horizonte se yergue la silueta del siempre temible viaje a Junín.  

Dad descanso pues, a las cabalgaduras, que un largo camino nos espera.

COMENTARIO REAL (acerca de Chicago 4 vs Atlanta 0, disputado el 11/11/08)

COMENTARIO REAL  (acerca de  Chicago 4 vs Atlanta 0, disputado el 11/11/08)

LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS

 

Por El Marqués Milton Sarachaga de la Vega

 

 

¡Que milonga nos pegaron, Santísimo Sacramento!

No, mi fiel escudero, no me refiero a esas veladas danzantes de fuerte cuño criollo y arrabalero, donde el tango se refugia en auténticos bastiones de la porteñidad  como el Glorias Argentinas de la calle Rodó, el José Hernández de la calle Tapalqué o en e Nueva Chicago (Nada que ver con nuestro rival de anoche) de la avenida Tellier

Tampoco a las matineés domingueras, en la recova del Mercado de Hacienda con bailes de folclórica tradición, donde el varón se deshilacha en frenéticos zapateos y la dama en delicados arabescos.

Ni a los ensayos de la histórica murga Los Mimosos, en los jardines del Barrio Los Perales cantando el tradicional homenaje a los trabajadores del frigorífico tomado:

 

El barrio de Mataderos

vivió páginas de gloria

enseñándole a la historia

lo que pueden los obreros”.

 

De lo que estoy hablando es del peludo que nos dio el Torito , de las cuatros veces que sus ávidos jinetes vulneraron nuestra indefensa valla y  del bochorno que hemos sufrido vía satélite para la América Latina toda.

Y eso que nada hacía presagiar semejante catástrofe. Por el contrario, el equipo de los dos descensos consecutivos arrastraba una campaña irregular y, por otro lado,  el desempeño de los atlantes lejos de  los lugares que suele frecuentar, era por demás reconfortante.

Además, las noticias llegadas desde los centros sanitarios daban cuenta de la recuperación de Cherro y Arancibia, y entonces los villacresperos podían contar casi con lo mejor que hoy por hoy pueden mostrar sobre un terreno de juego (Que no es para tirar manteca al techo, precisamente).

El cuestionado Ramírez al arco. Los tres del fondo: Cherro, el petizo Arancibia y Jesús Nievas. Volante a estribor Dow Jones, centrojás primero Natalichio, centrojás segundo Romeo y a babor Lucas. Cisterna de enganche y Bianchi y Matos de delanteros. Tal el escuadrón comandado desde las sombras por el Morocho del Abasto.

A poco de moverse el balón se notó la diferencia de planteos: Mientras Atlanta intentaba manejar la pelota por el ecuador del campo, los esmeralda y carbón salían rápido de contra, tras recuperarla y con mayores ambiciones. 

Entonces los de pilcha recién estrenada toqueteaban, triangulaban en la órbita del círculo central, pero invariablemente sus esfuerzos se diluían en las cercanías de los 15 metros chicaguenses.

Cisterna (le faltan varias horas en el Parque Roca para sacar carnet de conductor), Natalichio, Jones y Lucas por momentos se floreaban, pero siempre lejos del lugar donde las papas queman. Bianchi - tal como viene ocurriendo- luchaba en soledad contra todos los fulbacks del torito y Matos se mimetizaba y se asimilaba dócilmente a sus custodios ocasionales

Parecía que Atlanta quería manejar el partido y dejar correr el tiempo. Apostaría parte mi marquesado que de haber aparecido un Mefistópheles con una diabólica lapicera pluma, los de Rubén Agüero hubiese firmado sin vacilar un equitativo reparto de puntos.

Los locales, en tanto, eran más veloces y punzantes, y el Topo Gigena se aprovechaba de las dudas de Nievas y su amigo Martinuccio se hacía un pic nic en la región custodiada por Cherro.

Menos mal que el petizo Arancibia se multiplicaba para cubrir los baches, las lagunas y los agujeros negros provocados por sus colegas defensores y volantes de contención.

Y Atlanta aguantaba, hasta que un centro cruzado lo volvió a sobrar a Cherro y Martinuccio la paró con el pecho y en forma impiadosa y malvada fusiló a Ramírez.  

Uno abajo, y la Apocalipsis recién estaba en su génesis.

Al emerger del túnel para el segundo de los períodos, mi vista no divisa la diminuta figura del salteño Arancibia y un hilo gélido recorre mi espinazo. El Burrito Ortega ocupa su lugar en centro de la resistencia bohemia.

Resistencia es una forma de decir, porque nunca vi una arco tanto dejado a la mano de Dios como el de la noche de este infausto martes. No lo defendía ni el Chapulín Colorado.

La zona defensiva de Atlanta era una zona franca sin control alguno. Un Sodoma y Gomorra abierto al libertinaje y la corruptela. ¡un auténtico Viva la Pepa!

Y no nos anotamos en el historial una goleada más espantosa, porque los jinetes mataderenses son bastante caballitos, los pobre.

Primero el Topo se volvió mariposa ante la impávida mirada de los maniquíes de azul oscuro y amarillo. Después Ramírez rechazó con los puños con la violencia que Calabró le pegaba a Borromeo y Méndez aprovechó el obsequio. Y en la última del partido Distéfano selló el marcador después que sus compañeros se cansaron de perderse goles hechos.

En el interín entraron el Torito Guzmán y Pinocho Marecos por Romeo y Cisterna sin ninguna posibilidad de cambiar el argumento de la tragedia.

Y la historia se repitió una vez más: cuando teníamos la punta al alcance de la mano, volvimos a deslizarnos por este eterno palo enjabonado que parece ser el destino cruel de nuestro querido Atlanta.

El lunes tenemos un compromiso complicado ante los colegiales de Munro.

¡Que Dios se apiade de nosotros!