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la bitácora del marqués

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 1 vs Talleres 1, disputado el 01/02/09)

LAS DUDAS Y EL DUDY

 

Por Milton Saráchaga de la Vega

 

¡Que bello día  nos deparó este domingo inaugural del mes de la fiebre! Una jornada de estío propicia para el sanitario contacto con la naturaleza, para la fortificante absorción de los rayos gamas y ultravioletas que el rey Febo nos envía desde el fondo de un espacio sideral cada vez más desprovisto de ozono, y para el diletante y merecido reposo, en posición de decúbito dorsal, comiendo quizás alguna uva y oyendo el delicado vibrar de alguna lira.

Día ideal entonces para emprender un paseo que nos haga olvidar las insufribles presiones con la que la vida mundana nos tortura cotidianamente.

Y todos los condimentos estaban prestos para que ese paseo resultara de lo más placentero.

Porque a las benévolas condiciones climáticas había que agregar que Atlanta venía de conseguir una inmerecida, pero histórica victoria en Caseros, y que el rival a enfrentar en esta fecha era el flojísimo Talleres, uno de los candidatos más firmes a descender al oprobioso subsuelo de la Primera C

Y como sí esto no bastara para garantizar una jornada exitosa, todavía nos estábamos apoltronando en las ebúrneas plateas del “Ciudad de Vicente López” cuando Miguel González capturó un centro del Virrey Bianchi, y con más suerte que magia, anotó por debajo del cuerpo del siempre recordado Juan Gambandé.

Gol desde el vestuario, diría algún poco ingenioso cronista y ¡A relajarse y gozar que el campo se nos ha hecho orégano!

Pero la historia no terminaría tan bien como había comenzado.

Veamos, relatemos, analicemos y concluyamos mi fiel escudero.

Atlanta para este compromiso se vio privado de la presencia del díscolo Jones, castigado por el rigor de las leyes, del grandote Matos averiado en uno de sus tobillos y del jovenzuelo Guzmán con las fibras de uno de sus músculos desgarradas.

Emergió del túnel entonces, con Don Rodrigo al arco. Los cuatro del bajo fondo con el Martillo Ortiz, el petizo Arancibia, Jesús Nievas y el defensor K, Kondriatuk. El cuarteto de la volantería lo conformaron Eloy Colombano, el rubio Natalichio, Romeo y Lucas. El Mágico y el Virrey.   

La amanecida conquista parecía allanar el sendero a una cómoda sumatoria de los tres puntos en juego, ya que, en la primera mitad, el dominio del campo de batalla fue exclusivo de las huestes bohemieras, claro está, con sus consabidas limitaciones.

Pocas ocasiones de peligro que hicieran entrar en pánico al guardameta austral podemos contabilizar en este período de tiempo. Muchos centros cruzados que atravesaron el área tallarían, como el Simún las arenas del Sahara, pero sin la graves consecuencia que suelen acompañar al paso del viento norafricano.

Tal vez la más clara fue otro centro de Bianchi, que el Mágico quiso parar con la delicadeza de un modisto francés, pero como se había puesto los botines de lata, el balón rebotó furioso y fue manso a los guantes del arquero visitante.

La hegemonía atlante comenzó a gestarse por el ala derecha, donde Nata andaba bien en el quite y Eloy se insinuaba como wing y a veces se les asociaba la subida de Ortiz. Pero el toqueteo no se cristalizaba en triangulación y las intentonas se esfumaban entre las aguas de borrajas  de a torpeza bohemia y la rudeza de los defensores remedienses.

Para peor El Mágico se quedaba en aprontes y Lucas no aparecía sino cada muerte de obispo excomulgado.

En el otro hemisferio la regularidad de Romeo y la firmeza de Jesús y Arancibia alcanzaban para desbaratar lo poco que el añejo Zagharian podía llegar a construir.

Con este panorama, la segunda etapa parecía un mero trámite antes de llegar a nuestros aposentos, pedir la pizza, destapar la cerveza y mirar el súper clásico por TV.

Pero el técnico Rodríguez hace ingresar al terreno al Dudy Pérez (Sí, él que supo vestir sin pena ni gloria la querida casaca azul y amarillo) y el enano maldito produjo en pocos instantes un aquelarre de toques, apertura de espacios y movimientos ofensivos, que dejaron a los jugadores bohemios desorientados como Macri en Villa Lugano.

Con pincelada  de ese talento ( que brindó con cuenta gotas en su mencionado paso por Atlanta) le alcanzaron para emparejar las acciones y empatar el partido, cuando Gímenez, con la soledad de los profetas, capitalizó un pase desde la derecha y decretó el lapidario empate.

Lo que siguió fue una película más vista que La Fiesta Inolvidable: la búsqueda infructuosa y poco imaginativa de Lucas por su sector, el dominio estéril del campo hasta las inmediaciones del los quince metros, y la reiteración de centros inofensivos.

Lo más destacable de Atlanta lo constituyó una incursión de Bianchi al que su marcador le quería sacar la camiseta en forma poco amistosa y no lo largaba aún dentro del área, en un claro penal que Delfino prefirió cobrar afuera. El tiro libre de Ferreiro  fue desviado con esfuerzo por Gambandé.

Sin embargo la más clara la tuvo el Dudy, pero se apiadó de sus ex conmilitones y la tiró muy cerca del palo diestro de un vencido Llinás y que le hubiera dado a la tarde veraniega visos de una verdadera tragedia.

Para que nada cambie, Agüero había realizado los siguientes cambios. Los celineros Alderete, Marecos y Caccialanza reemplazaron  a Eloy que había desaparecido; a Natalichio, ídem y al  Mágico, ídem; respectivamente

Así se llegó a un  final triste por lo inesperado y que no hace otra cosa que seguir abriendo dudas sobre el porvenir de la escuadra villacrespense.

Habrá que seguir en la huella, nomás haciendo tripa corazón, porque los números dicen que se puede, pero lo que muestran  nuestros players en la cancha parece contradecirlos.      

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