COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 2 vs Tristán Suárez 0, disputado el 10/11/08)
LECHE CONDENSADA
Por El Marqués Milton Saráchaga de la Vega
Desde mi tierna infancia, allá en la llanura manchega, cuando corría con otros chavales detrás de un balón hecho con soquetes y calcetines multicolores de nuestras madres y abuelas; y más tarde ya, en mi turbulenta adolescencia, cuando lo hacía con una “Pulpo” de goma; vinculé el tratamiento que el útil merecía con el que debía dispensarse a cualquiera de las bellas doncellas de mi marquesado.
Traté de conceder a esa pelota el fruto más esforzado de mis mejores esmeros. Era el objeto deseado al que obsequiaba mis más delicadas caricias y no pasaba jornada en que intentara cotejarla con el requiebro más dulce. Y ¡Pardiez! Era el hombre más feliz del mundo cuando lograba hacerla sucumbir a mis maniobras más sutiles.
Y si alguna vez, necesité hacerle sentir el rigor y la rudeza que a veces son propia de nuestra virilidad, inmediatamente, como pidiendo perdón, un ramo primoroso de camelias perfumadas o de primorosos jazmines acudían en mi ayuda, como divina compensación.
Por eso, mi fiel escudero, al ver a los veintidós burros jugar como jugaron anoche el primer tiempo, me dieron ganas de cortarme sencillamente los huevos.
Y si bien el segundo mejoró un poquitín, no dejo de ser todo –excepto los últimos 20 minutos- un gigantesco despropósito.
Veamos. El Morocho del Abasto se encontró con infaustas novedades que le decían, que una nueva peste había diezmado lo que quedaba en pie de sus raleadas fuerzas combativas.
Armar el equipo era un verdadero puzzle que lo obligaba a azuzar su ingenio y su poder de decisión a la hora de darle forma al plantel definitivo que defendería la gloriosa insignia azul y amarilla.
Improvisó puestos, inventó funciones y determinó un nuevo dibujo táctico, haciendo saltar al vapuleado terreno calamar a estos once intrépidos ágiles: En la meta la avioneta Ramírez. Para este viernes decidió que sean cuatro los defensores, con De Filippi, Jesús Nievas corrido al centro, Jones (¿?) y el gallego Kondratiuk. El mediocampo con el rubio Natalichio, el romántico Romeo y Lucas. Diego Cisterna de enganche y arriba el Virrey Bianchi por los laterales y pivoteando en el medio del ataque el grandote Matos.
La cosa empezó para el lado de los tomates. Los tristaneros son un equipo limitadísimo que baila alrededor de lo que produce su centrofoward Villalba.
Pero con muy poco pudieron abrir el marcador en el primer cuarto de hora. No tanto por el producto de sus virtudes, como por la sucesión de bloopers que generaban los hombres encargados de la custodia del área en el conjunto atlantero.
Ramírez pagaba tributo a sus culpas en el partido anterior y su sesión de terapia no logró devolverle la seguridad indispensable para su álgido puesto. Hasta casi se hace un gol en contra. Pero digamos en defensa del vituperado golero, que se fue asentando y terminó redondeando una actuación aceptable.
Jesús no le encontraba la vuelta a su nuevo conchabo y el siempre eficiente marcador de punta, parecía empecinado en hacerle un gol a su compañero Ramírez.
Era malo lo de los marcadores de punta y los volantes no paraban ni al colectivo en carriles exclusivos. Cisterna estaba lejos del nivel de sus últimas actuaciones y el grandote Matos paseaba por las nubes de Úbeda.
Solo el Virrey Santiago de Liniers que intentaba, peleaba, se movía y buscaba por entre le retaguardia enemiga, pero encontrando poca reciprocidad por parte de sus camaradas.
El primer tiempo se esfumó sin dejar huellas ni en nuestras retinas, meninges y piamadre.
El segundo amenazaba en convertirse en otra porquería digna del oprobio del olvido, pero al lesionarse el gallego Kondratiuk, el Morocho se manda una de cow boys y lo hace ingresar a Pinocho Marecos de marcador de punta.
Y el pibe es un soplo de aire fresco en la tórrida noche noviembral.
Poco después lo saca a Lucas, que se fue directamente al vestidor más enojado que Cristina con Cobos, por el debutante Ortega y Pinocho pasa de volante creativo. De ahí en más se condensa todo lo que hubo de fútbol en la velada ante los rudimentarios lecheros ezeizanos..
En ese momento empieza otro partido y se gesta la ansiada victoria villacrespense.
Enseguida un buen centro es enviado a las mallas por la testa precisa de Bianchi, pero el zapallo de Derevnin anula el buen gol, vaya a Dios a saber porqué.
Esta injusticia sirve como acicate al honor herido de los atlantes y van a por el triunfo.
Al ratito, Bianchi es frenado con falta y Atlanta que no hacía un tanto de tiro libre desde la época en que los visigodos invadieron la Península Ibérica, consigue, vía un exacto disparo de Diego Cisterna, la apertura del marcador.
Era imposible que los albiazules hicieran un gol, pero Atlanta es Atlanta...
Sin embargo, faltando un puñado de minutos, una vacilación entre los backs visitantes y el dormido de su arquero, es aprovechada por el grandote Matos -que a esa altura nadie sabía donde estaba- y este de cabeza sella el marcador.
Pudo haber habido uno más, pero torpezas, egoísmos, ambiciones desmedidas y otras miserias humanas, privaron de decorar esa postrera y breve ráfaga de buen juego.
Y allí quedamos, mi fiel escudero, prendidos en un campeonato en el que están todos apretados y mezclados cerca de la punta y que puede terminar siendo para cualquiera.
Ahora acércame aquel plano que nos confeccionara mi amigo Américo Vespusio, que debemos viajar a Mataderos y hace tanto tiempo que no voy que he olvidado el camino.
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