COMENTARIO REAL (acerca de Flandria 0 vs Atlanta 2, disputado el 18/10/08)
EN JAÚREGUI, ESTAMOS MÁS CERCA DE JUNÍN
Por El Marqués Milton Saráchaga de la Vega
País de fuertes contrastes el que se encuentra allende las riberas del Río Luján, mi fiel escudero.
Recuerdo en la temporada pasada haberme mojado hasta el tuétano y pasar más frío del que pasé junto a Napoleón en la campaña a las Rusias. Y en la tarde de este sábado me calciné como cuando Lawrence de Arabia me pidió que lo acompañara a aniquilar bereberes en el Sahara.
Encima del fulgurante sol que nos encandilaba, los equipos salieron a la cancha uniformados con idénticos colores, los “Canarios” de negro y amarillo y los atlantes de amarillo y ese azul casi negro que han adoptado en esta última etapa como tonalidad distintiva. Parecía que asistíamos a un enfrentamiento entre Olimpo de Bahía Blanca y Peñarol de Montevideo.
Así que en este primer tiempo nunca pude averiguar si las escuadras combatientes avanzaban en el terreno por exactas combinaciones o por erróneas devoluciones.
Los de la Ciudad Autónoma llegaron a estas tierras bastante diezmados por tempranas heridas, algunas sorpresivas y también con alguna suspensión.
Como en la reserva es poco y nada lo que le sobra, habría que esperar lo que alumbraba el ingenio del Morocho del Abasto para la emergencia y de que forma estructuraba a sus escasos soldados para la contienda.
Finalmente y bajo el abrasador sol del far west, los once del glorioso Atlanta fueron: Gómez en la valla, tres defensores como siempre con Cherro a la diestra del celinero Celín y Jesús a la izquierda. Sobre la derecha de los volantes el torito Guzmán, como centrojases Romeo y el rubio Natalicchio y a babor Cisterna. Jonés y Ferreiro un poco más adelante y en la vanguardia marcadora, el Virrey Bianchi.
No demos vueltas y afirmemos sin rebuscamientos góticos ni barrocos: el equipo de Flandria de ayer es el peor que ha enfrentado Atlanta en sus 104 años de vida y su 2900 partidos en el profesionalismo.
Solo un milagro de la cercana Virgen de Luján impedirá que los flamencos el año que viene no militen en la cuarta categoría de este vapuleado fútbol nacional.
Porque esos muchachos bien harían en dedicarse a manejar el telar en la vieja Textil Flandria o tocar algún instrumento en la Regina Novarum en lugar de probar suerte en este difícil arte del balompié.
Sin embargo los muchachos son tozudos e insisten en su porfía y convengamos que mal no le fue en los diez minutos inaugurales del partido de marras.
En ese período supieron dominar las acciones y arrimarse al reducto visitante, sobre todo por el sector de Cherro que desde hace tres partido anda bastante flojito, como un flan Ravanna.
Dominio tibio es cierto y que no le costó mucho a las tropas porteñas empardar. Bastaron una cuota de la regularidad de Romeo, el despliegue de Natalichio, el siempre acotado trabajo de Cisterna y talento endeble del Torito Guzmán que apenas lo tocan vuela como la Fábrica Militar de Río III. A esto debemos añadirle la valiente y tenaz lucha solitaria del Virrey Bianchi por todo el frente de ataque.
Precisamente una vistosa jugada del Torito dejó solo a Bianchi en el centro del área, y con todo el tiempo del mundo metió una media vuelta que dejó haciendo la estatua al recordado Patoruzú Fernández.
Tras este golazo el canario quedó herido de muerte y eran pocos los que apostaban a su resurrección.
De ahí en más Atlanta se dedicó a regular el match y sin sobrarle nada, empezó a tener la pelota y dejar que los jaureguiceños se debatieran en su tremenda ineficacia, falta de ideas en la cabeza y de sensibilidad en las extremidades inferiores.
Un furibundo disparo de Lucas estremeció la juntura del poste y el travesaño aurinegro y privó a los bohemios de gozar de una tranquilidad de la que pocas veces conoce a lo largo de su dilatada historia.
Para los segundos 45 minutos los comandados desde la banca por Santorelli no dieron a luz a nada nuevo, más que un indispensable cambio de indumentaria. Ahora sí ellos con el color del trigo y el bohemio con el de los toldos de la avenida del Buen Orden.
Estaba claro que el negocio era regalarle el útil de cuero a los locales dado que es más fácil que yerren a que acierten, y aprovechar los cósmicos vacíos que dejan en su defensa y volantería.
Con terruño para aprovechar creció algo la figura de Ferreiro y la de Jones. El Virrey, como un Llanero Solitario sin Toro jugaba su mejor partido para los del barrio que homenajea al Intendente Crespo y se convirtió en la figura estelar del partido.
Pudo haber aumentado Jones desde más allá de los quince metros, pero la querendona besó el palo izquierdo de Fernández y poco después, tras un rebote en el guardapalos canario, Lucas con la precisión de un astronauta clausuró el marcador.
Lo que siguió fue pura desesperación de flamencos y tranquilidad y oficio por parte de los atlantes.
Hasta parecía que se podía hacer un gol más, lo que, bajo la conducción del Morocho del Abasto, constituiría un acontecimiento histórico de la magnitud de la caída del Muro de Berlín.
Pero el entrenador prefirió su habitual conservadurismo e hizo ingresar a Kondriatuk para establecer la consabida línea de cuatro en el bajo fondo y aguardar con la paciencia de un profeta el inexorable paso del tiempo.
Entraron para demorar el caramelo Santos por Nata y el tanque González por el Virrey.
Entre masivas amenazas e insultos que llovía desde el sector la 14 (así se llama la torcida canaria) para los suyos y la satisfacción por el deber cumplido de los soldados atlantes se llegó al final.
Tres puntos que nos acercan a los Pitufos verdes y no mantienen en zona expectante en un campeonato donde lo único que se destaca es su inmensa mediocridad
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