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la bitácora del marqués

COMENTARIO REAL (acerca de Acassuso 0 vs Atlanta 0, disputado el 08/09/08)

LA COPA DEL OLVIDO

 

Por el Marqués Milton Sarachaga de la Vega

 

 

   Casi no me di cuenta del frío polar que traían las brisas de El Plata hasta las graderías  del estadio Vicente López, de tanto entusiasmo que tenía, ante la posibilidad de que Atlanta conquistara una nueva copa que acompañara a la gloriosa Suecia en las despobladas vitrinas del club.

Pero finalmente la Copa Aniversario, que estaba en juego, terminó en mano de los locales y tuvimos que conformarnos con un valioso sub campeonato, merced a un caprichoso y autoritario reglamento, confeccionado por los locales que estipulaba que en caso de empate serían ellos los ganadores.

¡Así cualquiera es vivo, mi fiel escudero! ¿Qué otro resultado podía salir de tanta medianía y torpeza en el manejo de preciosa esférica y tanta dificultad para visualizar a un amigo con la camiseta de los mismos colores para hacerlo destinatario de un pase?

¿Qué otro resultado que un amargo 0 a 0 era posible? Amargo, como los cafés con leche que tú me sirves cada mañana.

Si tuviera mi pluma la posibilidad de convertirse en un virtuoso pincel como el de Velásquez o el de Goya y Lucientes, dibujaría la pifiada brutal del 4 de los susodichos a un pelota parada, como trágica alegoría de lo presenciado anoche, a la vera de la avenida General Paz.

Es que el fútbol es como el arte de amar: Hace falta que la mujer quiera y que el hombre pueda.

Y aquí Acassuso no podía y Atlanta no quería.

Porque los visitantes donde siempre son locales, salieron a la gastada gramilla calamar, fiel a la filosofía del Morocho del Abasto, básicamente a rescatar un punto y si, los albures de la fortuna lo permiten, garronear dos más.

Claro que la tarea se vio facilitada por los propios jugadores nórdicos, que son tan peligrosos como una tortuga hibernando.

El entrenador bohemiense repitió su esquema tradicional: como siempre ubicó un solo arquero (Ramírez)  tres en la defensoría (Cherro, Arancibia y Jesús), dos centrojases (Romero y Jones,  aunque este último a veces tiende a despegarse un poco), un carrilero por flanco (Guzmán y Caccialanza) un delantero por fuera (Eloy) y un revienta redes (Matos).

El volante más peligroso de nuestros consorcistas era Jones, que en un primer tiempo nefasto se cansó de generar contraataques con sus pelotas perdidas y pases injustamente entregados.

Pero la impericia y poca temeridad de los vanguardistas albiazules era neutralizada sin despeinarse por la sólida zaga atlante.

¡Que Dios me perdone que insistencia poniendo un timbre se atención sobre el buen funcionamiento de este sector, que le permite a Ramírez pasar veladas y jornadas apacibles, con el único esparcimiento de lucirse descolgando inocuos centros aéreos ¡

Y este andamiaje defensivo descansa, casi siempre, en la faena anónima y eficiente del petizo Arancibia que algún día obtendrá el reconocimiento público que merece.

En el primer tiempo jugó mejor (es una manera de decir) Acassuso, pero siempre en el grado de tentativa, sin agredir ni preocupar.

Atlanta tenía todo controlado, de acuerdo a sus módicas ambiciones. Era suficiente con el correcto trajinar de Romeo para subsanar las macanas de Jones y la inexistencia material de Caccialanza (Nadie le niega una gran espiritualidad)

El torito Guzmán era lo de siempre, una llovizna que jode pero no moja, y todas sus intentonas son desbaratadas sin problemas con un simple golpe de cadera de su marcador.

Eloy es pura voluntad y Matos no consigue nunca darse vuelta con la pelota dominada.

Y el Mágico tuvo algunos chispazos pero, en función de equipo, su labor naufrago en el mar de barbaridades que proponían sus compañeros de trabajo, con una y otra camiseta.

En el segundo de los períodos la cosa no mejoró mucho y era imposible empeorarla.

A eso de las diez y cuarto, el alineador de los porteños hace ingresar a Ferreiro por el Mágico y al virrey Bianchi por Eloy. A Caccialanza no lo sacó porque no se dio cuenta que estaba.

El recordado Nardozza, de brillante paso por Villa Crespo, pone a Luis González el hermano de Miguel y entre los dos parientes redondean una tarea que más que a Merlín o a Mandrake, hacen recordar al Mago Fafa.

 Atlanta encuentra, entonces, un poco más de espacios y hasta casi hubiese convertido un gol  de otro mundo cuando una palomita de Lucas es desviada al córner por el atento Rulh.

En los últimos minutos del match, Atlanta es más y otorga al resultado la categoría de justo.

Ah… antes que me olvide, en algún momento Cisterna reemplazó al torito Guzmán.

Y como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, por fin el árbitro Rapallini dio por terminada esta tortura propia de la Santa Inquisición.

Mientras alguien de Acassuso levantaba una copa, el público (donde había más hinchas de Atlanta que gente sana) huía despavorido. Y yo con ellos para ya, en la calidez de mis aposentos, olvidar esta pesadilla con un cáliz de buen ponche normando.

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