Blogia
la bitácora del marqués

COMENTARIO REAL (acerca de Atlanta 1 vs Talleres 0, disputado el 25/04/08)

Por el Marqués Milton Saráchaga de la Vega

¡TARDE AMANECIMOS!

 

  ¡Ya sé, mi fiel escudero, que nunca es tarde cuando la dicha es buena!

   Pero muy tarde le hicimos el gol a este primitivo equipo tallerista y muy tarde nos acordamos de ganar seguido en este torneo, que terminamos regalando como lo hicimos con  Marruecos a los infieles hijos de Alá.

   Y debemos reconocer  que  la pródiga zafra para la contabilidad de nuestra grata institución, de estos últimos cuatro partidos se lograron con un despliegue casi mínimo del arduo arte del balompié. De haber tenido un poquitín de regularidad en los albores del año en curso, hoy tendríamos a los presuntuosos punteros temblando como maulas ante la inminencia de la próxima batalla.

   Pero dejemos ya las lamentaciones, que  nada hará que la rueda de la historia vuelva arrepentida sobre sus pasos, y adentrémonos en el sesudo análisis de lo acaecido el pasado viernes en la fronteriza ciudad de Vicente López.

    El alineador bohemiero estableció algunos cambios tácticos de novedoso diseño para la emergencia ante los albirrojos escaladores con respecto a lo presentado días atrás en Caseros: delante del cancerbero Don Rodrigo diseñó una flexible línea defensiva con Tijera jugando de Fuente – eso es alternando el papel de marcador con el de carrilero-.Los tres fijos fueron – entonces- el estereofónico Bogni, el Chiqui Pérez y el retornado Bilbao.

   En el mediocampo ubicó a Yanzi que mutaba de guardespaldas de Scatolaro a volante por derecha, más el mencionado volante trasandino más Luquitas.

   Arriba, sin cambios: el Moncho de enganchador  y, como vanguardia esclarecida, el Clown Molina y el Boli Castillo.   

    El primer tiempo fue un soliloquio de Atlanta que arrancó con toda la furia y terminó diluyéndose en cada vez más aisladas incursiones sobre el mal defendido territorio del arquero Gambandé, de eterna memoria entre el atlanterío.

    Parecía que en el firmamento villacrespense había nacido una nueva estrella, cuando en los primeros minutos el morocho Tijera monopolizó todo el juego que se desarrollaba casi exclusivamente por su sector.

    Una ponchada de centros emergidos de sus pies, un cabezazo defectuoso y una asistencia a la cabeza de Castillo, que sin marcas le envió la pelota a la regalona hinchada bohemia, como un anticipo de una velada pletórica de obsequios a los movedizos y exaltados mozalbetes.

    Ya lo decía un filósofo alemán del siglo XIX, “La historia siempre se repite dos veces”; y si Molina contra Sarmiento se comió una cantidad inusitada de goles hechos antes de marcar el del triunfo, en esta ocasión le tocó a  Castillo pasar por el mismo trance.

   Al ya descrito cabezazo debemos computarle un mano a mano que quiso definir a lo Chelo Delgado y le salió a lo Ramos Delgado, y otra que sólo frente al golero enemigo se cayó al piso, como San Martín en pleno combate de San Lorenzo.   

    Por su parte, los jugadores del humilde equipo huésped, cada vez que pasaban la mitad de cancha le mandaban una postal a sus familiares, como recuerdo de su visita a tan desconocidas regiones.

    En el segundo período, los bohemios recuestan su juego sobre la otra banda (o la misma del primer tiempo), es decir sobre la izquierda merced al creciente protagonismo de Lucas, de su amor propio y su orgullo de hincha a Atlanta y una pizca de búsqueda del aplauso fácil de sus seguidores.

    También hacia allí se aproximan las intermitencias de Fernández y las temibles (para nosotros) subidas de Bilbao.

    En esos momentos es cuando los talleristas escaladores logran llegar hasta Don Rodrigo para que justifique - con un par de acciones- los vehementes reclamos salariales que antecedieron al encuentro. 

    Atlanta rondaba la esquina de Gambandé pero con la claridad que ofrece la Ruta 9 a la altura de Zárate.

    En un instante cúlmine de las acciones, el clown  Molina ensaya un paso de ballet que envidiaría el propio Nureyev o el vernáculo Julio Bocca, y de un taquito aéreo casi consigue el que hubiese sido el gol más hermoso en la extensa historia del club de la calle Von Humboldt.

   Y cuando ya las esperanzas se perdían en la noche, como el boludo del cura brasileño en medio del mar, en el ataque 77 – por el minuto- un centro del Moncho es corregido por el ultramontano Scatolaro y Castillo, de cabeza, la manda al regazo blando de las mallas entretejidas.

   Final y otra victoria poco florida, pero que los ágiles atlantes festejaron como los uruguayos el Maracanazo, el Duque de Wellington la victoria de Waterloo y D´Elia el desalojo en plaza de Mayo de los caceroleros.

   ¡Quiera Dios que tal festejo se repita en los próximos dos partidos!   

 

 

0 comentarios