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la bitácora del marqués

COMENTARIO REAL (acerca de Brown de Adrogué 1 vs Atlanta 0, disputado el 10/05/08)

Por el marqués Milton Saráchaga de la Vega

 

 

  EL DOLOR DE YA NO SER

 

 

¿Recuerdas, mi fiel escudero, las largas vigías en las atalayas de Marrakesh oteando las interminables arenas saháricas, a la espera de los  ataques de la caballería bereber? ¿O aquellas extensas guardias en los almenares de Granada aguardando la inminente carga de las tropas del bárbaro visigodo Ludovico?

 Pues este sábado en el insólito puesto de observación, que ofició de palco de periodistas, allá en la fermosa localidad de Adrogué, no pude menos que rememorar aquellos momentos, aunque en esta oportunidad solo observé un desierto donde se desarrolló el espejismo de un partido de fútbol, en el que –eso sí- no faltaron los caballos.

  Y la imagen no es caprichosa, porqué además de las carencias de talentos que mostraron los dos equipos, el terreno de juego de los tri coloreados es un verdadero picadero, de dimensiones mínimas, donde se hace muy difícil desarrollar el excelso arte del balompié.

  Por supuesto que esto no justifica, de manera alguna esta nueva derrota, sin atenuanes,  sufrida por la escuadra atlante en tierras sureñas.

  Los bohemios llegaban a esta batalla con algunos soldados recuperados, pero con las acostumbradas bajas que hacen que cada fecha conozcamos a un nuevo valor de la no muy exultante cantera de Villa Adelina.

    Así San Salvador formó a los suyos de la siguiente manera: en el arco Diego Fernández (De ahora en más Patoruzú, personaje de historieta muy famoso en el Río de la Plata durante el siglo XX).

    Fuente, Bogni, Pérez y el ex Ferro Cherro, fueron los cuatro zagueros.

    Los tres del medio: Lucas, el ultramontano Scatolaro y el debutante Galeano.

    Completando el Moncho Fernández y Castillito. Ah… me olvidaba, también estuvo Molina.

   El partido, visto desde las alturas parecía la esquina de San Marín y Bartolomé Mitre a las doce del mediodía: un amontonamiento de gente corriendo en distintas direcciones, chocándose desorientada, donde el único que parecía poseer una brújula en medio de la tempestad, era el vejestorio de Zagharian.

   No bien el chango Echenique hizo sonar el silbato, Castillo quedó mano a mano con Bangert en el punto del penalty pero el guardapalos logró conjurar. Sobre lo diez un tiro libre cerca del área es tirado afuera por Ramón Fernández y sobre las 14.30 hs un disparo parabólico desde lejos, nuevamente de Cristian Castillo es enviado al córner por el arquero.

   En estos pocos y pobres sucesos pueden resumirse las intentonas bohemias en el primer tiempo. Todas aisladas, ocasionales y porque no, azarosas.

   Y esto podría hallar explicación en la actitud de Ramón Fernández, el hombre que carga con la responsabilidad de pensar, dilucidar, analizar y concebir en el team porteño. Y el Moncho es un jugador muy irregular, que insinúa más de lo que crea, que se tira al menor contacto y que por momentos parecería que está jugando un partido exhibición de futsal.

  En esas profundas lagunas, trata de aparecer el araucano Scatolaro, y por momento da la impresión de que el sol de su talento vuelve a emerger entre las cenizas del volcán  Chaitén, pero que no terminar de redondea una actuación apoteóticas como las del el año pasado.

  Lucas, por su parte tuvo una tarde negra. Casi no participó en la lucha, se lo vio perdido como a rengo en tiroteo, le dio el gol del triunfo a los locales y se fue ofuscado como un ruralista  – sin mirar a la banca- cuando fue reemplazado.

   Tal vez merezca un párrafo aparte, Castillo, que con las limitaciones físicas y las geográficas que proponía el terreno, intentó buscar la de cuero, aún en su propio campo y fue, sin jugar bien, el único generador de algún tipo de riesgo para los intereses brownies.

   En cambio Molina, se dejó seducir por sus marcantes y se entregó sin ofrecer demasiada resistencia.   

   La defensoría se sumó al desconcierto general y surgió como gran figura el vocinglero Bogni que terminó siendo un baluarte donde agonizaban todos los embates adroguenses.

   Patoruzú no anduvo mal, salvó algunos goles, aunque quedó a mitad del camino en el único goal que tuvo el partido. Digamos en su descargo que Ferreiro definió como los dioses del Olimpo.

   Galeano mostró movilidad y algún criterio, pero terminó devorado por el fragor –no muy intenso- del encuentro

    El segundo tiempo fue más de lo mismo, con un Atlanta con menos ideas un vedette, confundido y sin encontrarle la salida al laberinto que significó el elemental  diagrama táctico elucubrado por Kopriva: Orden en todas la líneas, presión sobre los volantes y atacar por los flancos.

    San Salvador hizo ingresar al intermitente Ferreras por el celinesco Galeano, y poco aportó el rubio volante, aunque estuvo a  un tris de empatar sobre el epílogo del entrevero.

    Más tarde ingresó Ojeda por el goleador del partido, sin que su presencia en el campo significara nada digno de que reflejado en una crónica.

    Lo cierto que Atlanta volvió a perder, pero lo más preocupante fue la actitud de un grupo que parece haber perdido toda mística y solidaridad entre sus integrantes.

    No hay mucho tiempo para subsanar los males que nos aquejan y pronto estaremos ante el lapidario torneo reducido.

    Discúlpame, mi fiel escudero, que no sea, hoy,  el optimismo el sentimiento predominante en el ánimo de mi espíritu.   

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