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la bitácora del marqués

UN NUEVO BERRINCHE DE LA CLASE MEDIA

UN NUEVO BERRINCHE DE LA CLASE MEDIA ¡Qué poca confianza me merecen siempre las cacerolas de la Clase Media argentina, mi fiel escudero!

¡Es tan contradictoria y voluble que se torna, muchas veces, imprevisible!

En ocasiones exhibe una paciencia patriarcal y otras una rebeldía casi adolescente. Eso sí, toda medida que adopta tiene la efímera duración de la luz de una cerilla y la consistencia del cristal.

Recuerdo cuando en el 2001, al grito de “¡Que se vayan todos!” parecía que torcía la historia de un país, y bastó que le devolvieran algunos pocos pesos de sus ahorros para que retornara a la comodidad de sus hogares, mansa y tranquila.

Tengo presente a una señora cincuentona que, en aquellos días de frustración, declaró ante las cámaras de TV: “Yo nunca me metí en nada, pero ahora llegó el momento”.

Un tesorito la señora.  En un  país donde hubo dictaduras, estado de sitio, desaparecidos, muertos y torturados y hasta una guerra perdida, a ella sólo se le ocurrió participar cuando le tocaron el plazo fijo.

¿Es este, un caso aislado entre nuestra clase media?  Te diría que no.

Es el sector social que en los primeros años de democracia oscilaba entre el Partido Intransigente y la Ucedé.

Muchos de sus miembros pasaron del “Por algo será” al “Yo no sabía lo que estaba pasando”. Del “Deme dos” a los cacerolazos que terminaron con el gobierno de De La Rúa.

Ahora volvieron a la calle con el pretexto de las retenciones a las exportaciones en el campo. Un campo al que no conocen y desprecian.

¿Es creíble esta solidaridad con los ruralistas? Permíteme que una vez más dude de su altruismo.

 En todo caso los que la movilizó fue la creciente inflación que el poder intenta torpemente ocultar. O el miedo al desabastecimiento.

  Además del rechazo que le provocan los gestos de soberbia, intolerancia y hegemonía que son propios de este gobierno. Y – ¿por qué no, también?-  un pase de factura por sus poco simpáticas amistades que van desde Chávez en lo internacional a  sus aliados piqueteros o el camionero Moyano.

  Poco es lo que me fío yo de los cambios de humores de esta Clase Media y no la creo vehículo confiable para un proyecto político sustentable. Pero allá está ella con sus permanentes vaivenes y coqueteos.

  Claro que eso no justifica haberla desalojado con la violencia y prepotencia  con que lo hicieron las fuerzas de choque del Kirchnerismo de la Plaza de Mayo el pasado martes.

1 comentario

Megafón -

Estimado Marqués: veo que por esa manchegas llanuras, no ha llegado la luz del análisis de la hegemonía y el bloque histórico que hacía el ilustre encarcelado Antonio. O que los avatares del combate caballeresco lo han relegado en vuestro pensiero. Pero me parece enteramente aplicable al caso de nuestras capas medias (perdón por el uso populista). Tal como lo explica Raúl Isman, “ en lo que hace a las clases subalternas, su situación es desfavorable. ‘La crisis crea peligrosas situaciones inmediatas porque los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de reorganizarse con el mismo ritmo".(Gramsci).
“En la actualidad, comprobamos el acierto de la elaboración gramsciana, cuando frente a la crisis, diversos sectores populares reaccionan afirmando rasgos de un conservadorismo que resulta incomprensible y exasperante para algunos núcleos intelectuales, pero que es preciso comprender en su adecuada dimensión. Por ello es preciso que las clases subalternas gesten una dirección distinta, que se presente como alternativa a la crisis del sistema, y, por este camino desarrollar su propio hegemonía frente al capitalismo que, hoy mas que nunca, no puede dar respuesta a las necesidades de la mayor parte de la humanidad y polariza al planeta entero entre beneficiarios del sistema dominante y la enorme masa de excluidos, oprimidos y explotados por el capital.” (Isman, R. Hegemonía, bloque histórico y sociedad civil. Gramsci: sus aportes a la sociología crítica).
Nada mas alejado de la cacerola y el “que se vayan todos”, directo camino a seguir siendo exasperantes seguidores de los que los tienen secuestrados. Por algo ha tomado estado público estos días la aplicación del Síndrome de Estocolmo a la reacción vajillesca de los descolgados porteños.