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la bitácora del marqués

Botellas al mar

A Propósito de la Película

A Propósito de la Película

 CORDERO DE DIOS

 

  Este más que interesante film de Lucía Cedrón, con notables actuaciones de Mercedes Morán y Jorge Marrale vuelve a poner sobre el tapete, el tema de la dictadura y de los desaparecidos. Esta vez con una sugestiva vuelta de tuerca que coloca a los personajes sometidos a la presión de situaciones límites, y donde sus respuestas a estas situaciones terminan por esfumar la frontera entre la víctima y el victimario y es muy difícil para el espectador establecer con certeza un juicio de valor definitivo, sobre lo que ha presenciado.

  El mensaje de Lucía Cedrón, hija de un desaparecido, puede inscribirse en un discurso que merece ser valorarlo, de una generación que sin condenar la conducta de sus padres en aquellos agitados años 70, comienza a vislumbrarse un cuestionamiento acerca de si todo aquello que los privó de una vida “normal”, realmente valió la pena.

  En esta línea de reflexión se puede inscribir obras de jóvenes escritores como Cristina Zúker en El Tren de la Victoria  y de Laura Alcoba en La Casa de los Conejos  y tal vez de otros que se nos escapan.  

   Una línea de reflexión a la que no estaría mal se sumen otros sectores involucrados en aquella dolorosa experiencia y cuyo análisis y autocrítica podría ser sumamente provechosos y esclarecedores para comprender las causas de la derrota.

    Esto sin menoscabo de una condena incondicional a la dictadura y sus crímenes.

    Y el permanente reclamo de "juicio y castigo a los culpables" 

UN NUEVO BERRINCHE DE LA CLASE MEDIA

UN NUEVO BERRINCHE DE LA CLASE MEDIA ¡Qué poca confianza me merecen siempre las cacerolas de la Clase Media argentina, mi fiel escudero!

¡Es tan contradictoria y voluble que se torna, muchas veces, imprevisible!

En ocasiones exhibe una paciencia patriarcal y otras una rebeldía casi adolescente. Eso sí, toda medida que adopta tiene la efímera duración de la luz de una cerilla y la consistencia del cristal.

Recuerdo cuando en el 2001, al grito de “¡Que se vayan todos!” parecía que torcía la historia de un país, y bastó que le devolvieran algunos pocos pesos de sus ahorros para que retornara a la comodidad de sus hogares, mansa y tranquila.

Tengo presente a una señora cincuentona que, en aquellos días de frustración, declaró ante las cámaras de TV: “Yo nunca me metí en nada, pero ahora llegó el momento”.

Un tesorito la señora.  En un  país donde hubo dictaduras, estado de sitio, desaparecidos, muertos y torturados y hasta una guerra perdida, a ella sólo se le ocurrió participar cuando le tocaron el plazo fijo.

¿Es este, un caso aislado entre nuestra clase media?  Te diría que no.

Es el sector social que en los primeros años de democracia oscilaba entre el Partido Intransigente y la Ucedé.

Muchos de sus miembros pasaron del “Por algo será” al “Yo no sabía lo que estaba pasando”. Del “Deme dos” a los cacerolazos que terminaron con el gobierno de De La Rúa.

Ahora volvieron a la calle con el pretexto de las retenciones a las exportaciones en el campo. Un campo al que no conocen y desprecian.

¿Es creíble esta solidaridad con los ruralistas? Permíteme que una vez más dude de su altruismo.

 En todo caso los que la movilizó fue la creciente inflación que el poder intenta torpemente ocultar. O el miedo al desabastecimiento.

  Además del rechazo que le provocan los gestos de soberbia, intolerancia y hegemonía que son propios de este gobierno. Y – ¿por qué no, también?-  un pase de factura por sus poco simpáticas amistades que van desde Chávez en lo internacional a  sus aliados piqueteros o el camionero Moyano.

  Poco es lo que me fío yo de los cambios de humores de esta Clase Media y no la creo vehículo confiable para un proyecto político sustentable. Pero allá está ella con sus permanentes vaivenes y coqueteos.

  Claro que eso no justifica haberla desalojado con la violencia y prepotencia  con que lo hicieron las fuerzas de choque del Kirchnerismo de la Plaza de Mayo el pasado martes.

Rodríguez Zapatero y Las PC de Raúl

   ¡Por qué carriles tan distintos, mi fiel escudero, transitan, en los albores de este milenio, los caminos de quienes intentan reconocer un origen común y un mismo objetivo final!

   Es que quienes siguen pregonando el socialismo continúan todavía buscando su lugar en el mundo tras la debacle finisecular; y son pocos los que han sabido sacar partido a las enseñanzas de las historia y son más los que -en cambio- se han refugiado en anacronismos que los vientos del tiempo barren día a día.

  Mira que interesante muestreo podemos observar en estas  mismas semanas: por un lado, el cejilevantado de Rodríguez Zapatero que vence estupendamente a los “populares”, y se instala entre los Sarkozys y Berlusconis con una política moderna, progresista y europeísta, en medio de las tremendas contradicciones de la sociedad española.

  En tanto, en los campos del nuevo continente asistimos a un variopinto panorama de personajes,  con un cuerpo ideológico bastante informe y - a veces- hasta deforme, que han reemplazado a nefastos exponentes del neoliberalismo de los años 90.

  La última reunión del Grupo de Río fue un exponente claro de sus limitaciones políticas,  la misma convertida –en su cierre- en una verdadera estudiantina bananera donde, luego de  prodigarse todo tipo de insultos, el  pintoresco Correa, el incontinente Ortega  y el histriónico Chávez  terminaron abrazados al reaccionario Uribe, que con poco acabó siendo el vencedor en un  entuerto que él mismo había producido.

    Mientras, en Cuba Raúl se apresta al aggiornamiento inevitable que producirá la desaparición física de su hermano. Por lo pronto, luego de reconocer una serie de prohibiciones, la pasada semana levantó la que imperaba sobre la adquisición de PCs por parte de los cubanos (Una restricción más propia de fanáticos talibán que de revolucionarios)

   En fin, mientras  las izquierdas siguen con sus meneos por el mundo en un debate no finiquitado, al menos los cubanos podrás leer – ahora- La Bitácora de Marqués